Estos días he aprendido a mirar de una forma nueva. Observo la realidad, pensando en cómo se vería mejor una casa, o cómo quedaría mejor enmarcada una escultura. Gracias a la cámara. Cuando uno dispone de un medio para fijar un momento, aprende a observar con atención para poder distinguir aquello que merece la pena ser fotografiado.
También he aprendido cómo capturar esos momentos de forma adecuada. Aunque he tratado de seguir con cuidado algunas de las reglas de la composición, lo cierto es que muchas de las fotos que he sacado las he hecho sin pararme a pensar si la composición de las líneas era adecuada o si los elementos quedaban enmarcados adecuadamente. Bien es cierto que no disparé sin pensar, pero tampoco seguí todas las reglas al pie de la letra.
He sacado fotos a mi día a día. A la facultad en los descansos de clases, abarrotada de alumnos que se toman un receso antes de la siguiente hora. A la cafetería en hora punta; a los camareros en sus quehaceres; a los pasillos vacíos a las ocho de la mañana, cuando sólo unos pocos “agraciados” tenemos clase. He sacado fotos incluso al campus, e incluso a la carretera y al bordillo de la acera arañado por las incontables ocasiones en las que la villavesa ha realizado una mala aproximación.
Pero también he sacado fotos a unas pocas partes de mi querida Pamplona natal. La Ciudadela es u lugar perfecto para ejercitarse en la fotografía. Sus juegos de luces y sombras en la entrada; los árboles; las esculturas que la decoran; los edificios... Una de mis favoritas es la foto que saqué a una de las pequeñas puertas cegadas que hay en el túnel de la entrada por la Vuelta del Castillo. La luz del sol entraba por el portón abierto y creaba unos contrastes de luz y sombra realmente únicos que me llamaron la atención.
Otra foto que me encanta es la que le saqué al arbolillo que hay en el jardín seco que está junto al aula 6. Sus hojas ya están cambiando de color, y el rojo convive con el verde y el amarillo de forma armónica. Pero con las que más he disfrutado han sido con las fotografías de la Ciudadela que ya he mencionado antes. El arco de entrada, el puente, los imponentes muros... Aún me quedan muchos rincones por explorar cámara en mano, y mucho que aprender sobre fotografía. Va a ser algo muy interesante.
No he llegado a sacar mil fotos. Dudo que haya llegado a las cincuenta. Tampoco las he borrado, o he sacado las fotos sin batería. Quizás por eso mismo que he escrito al principio, por esos momentos que se pierden si la cámara no los inmortaliza. Simplemente sentí que no podía dejar que sucediera.
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